sábado, 12 de enero de 2008

Un mundo ideal...


Una marioneta que se convierte en niño, una bella joven condenada a la servidumbre de su cruel madrastra, un pequeño elefantito que consigue volar, un humilde ladrón que se enamora de la princesa del reino y tantas otras historias que nos hacían vibrar en nuestros asientos como si fuésemos propios protagonistas de esas mágicas historias. Sí señores, así eran las películas de Disney, espejos donde se nos dibujaba un cuento fantástico pero muy real al mismo tiempo que nos instruía en los valores humanos y en los preceptos éticos de la vida.

Y es que una colección de películas Disney es la mejor educación que una persona puede tener en los primeros compases de su vida. Las películas Disney hacen que la infancia que si ya de por sí es feliz en la mayoría de los casos, sea más dulce todavía. Sentado en tu sillón, viendo una película Disney crees que nada malo puede pasar en el mundo. Una sensación de armonía y paz recorre todo tu cuerpo solo interrumpida en ocasiones por los terribles malos malísimos que toda película Disney tiene. Más adelante, cuando crecemos y maduramos, descubrimos desgraciadamente que Jaffar, Scar, Medusa o la malvada bruja son meros esbozos, disimulados plagios de los verdaderos malos que están ahí fuera y que las intenciones de éstos últimos son aún si cabe más terribles y feroces que las de aquellos dibujos animados que aborrecíamos de pequeños.

Ya lo dijo un gran filósofo llamado Rafael Cabrera: “Los niños ahora son más hijos de puta porque ya no ven películas Disney”. Y qué razón tenía este hombre, en una época en que los niños crecen jugando a videojuegos donde la sangre y las armas de fuego son las principales protagonistas, algunos niños (que no tan niños ya) echamos de menos aquellas maravillosas canciones que hablaban de la amistad, del amor, del compañerismo etc. Míticas canciones que han quedado como himnos generacionales de aquellos que crecimos y vivimos con las fantásticas historias de Disney.

Actuales y futuros padres, si no quieren que sus hijos se conviertan en unos cabroncetes sin amor ni respeto por nada, no duden en obsequiarles con una buena colección de películas Disney (y si son de las antiguas mejor). Es sin duda la mejor educación que podrán darles.

1 comentario:

punKTomatic dijo...

Hombre, los Looney Tunes también se están perdiendo, y esto me duele más si cabe. Porky, Pato Lucas, Bugs Bunny, Elmer Gruñón, el Gallo Claudio, Correcaminos, Silvestre, Speedy Gonzales, El Demonio de Tasmania...

¿Y aquél Barrio Sésamo de Espinete y Don Pimpón? Con aquél decorado tan vibrante, tan cálido, tan candoroso... tan cutre...

Un beso para todos ellos.