viernes, 12 de septiembre de 2008

Putas incongruencias


Aquí estoy. Tocando la puta guitarra. Y como no encontraba mi púa, pues he cogido lo que tenía más a mano, mi puta tarjeta de la Seguridad Social. ¡Y qué bien suena la puta guitarra! Como disfrutan mis oídos escuchando la puta tarjeta romperse. Y ahora viene uno de esos rasgueos potentes, y las cuerdas se rompen y saltan propinándome latigazos en los ojos. Pero ¡bah!, no es dolor comparable con el placer que produce escuchar la puta tarjeta desintegrándose.

Desearía tener la pata de palo para prenderle fuego. Ver como arde lentamente. Sin embargo tengo esta puta pierna de carne y hueso con la que no puedo hacer nada. Bueno sí, puedo contemplarla impotente mientras repito la palabra “puta” 100 veces seguidas.

Todo un puto verano a la luz de un puto flexo para nada. Todo el puto verano encerrado entre libros escritos por cabrones con cáncer de próstata y putas viejas menopáusicas para oír frases como esta: “Si me hubieras asistido a clase te hubiera ayudado”. Pero yo sé que como de verdad me hubieras ayudado es metiéndote un palo por el culo y sacándotelo por la boca, y luego cogieras ese palillo que siempre usas después de comer para sacarte las mierda de entre los dientes.

¿Dónde están aquellos veranos de bicicleta? ¿Dónde están aquellos veranos de “sollaúras” en las rodillas y “rozaúras” en los codos? Benditos aquellos veranos de cigarros a escondidas y pajas en el pajar, y valga la puta redundancia.

Me veo con la puta soga al cuello. Una mixtura explosiva de trágicos factores. Un puto cúmulo de adversidades. Pero no seamos cínicos. Tampoco dramaticemos. Cada uno tiene el expediente académico y las piernas que se merece. Yo soy el jilipollas al que le ha tocado la puta combinación fatídica de ambos. Pero el puto mundo no se acaba. Doy un par de hostias a la pared hasta que me duele la mano. Sigo repitiendo la palabra “puta” hasta quedarme sin voz y escucho como la puta tarjeta de la seguridad Social termina por resquebrajarse. Y huelo a humo. Pero no es mi pierna lo que arde, sino los putos apuntes de Derecho mercantil que se consumen rápidamente. ¡Ostia Puta!

Parece que el puto nudo de la garganta va bajando poco a poco.

¡Puta! ¡puta! ¡puta! ¡puta! ¡puta! ¡puta!...

Putas incongruencias.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Horas de humo

“Y todavía estoy ensayando para estar preparado en el momento en que me atreva a estar cerca de ti”
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Decían que era un hombre solitario. Que gustaba de fumarse un puro mientras veía la caída del sol sentado en el porche de su casa. Allí te lo podías encontrar todas las tardes, sentado con su puro. A solas con el humo.

Decían que era un hombre solitario. No muy dado a la conversación. Que prefería el silencio a las típicas conversaciones intrascendentales. Solo abría la boca para aspirar aquellas largas bocanadas de humo.

Decían que era un hombre solitario. Que gastaba sus horas fumando. Aquellas horas de humo.

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