jueves, 12 de abril de 2012

¡Manos arriba! Esto es un atraco "a la alemana"


Han pasado ya unas semanas y todavía me tiembla la mano el escribir estas líneas recordándolo todo.

Quién iba a pensar que en Alemania, y más concretamente en la idílica Baviera, que presume de ser uno de los lugares más seguros y con menos delincuencia del mundo, te pudieran llegar a atracar en pleno día y a punta de tijeras. 
Pues a mí me ha pasado. Me han atracado. Me han atracado de una forma vil y despiadada y todavía hoy, ando recuperándome del susto.

Todo empezó una soleada mañana de sábado cuando me desperté y lavándome la cara en el lavabo, el espejo me devolvió la imagen de un tipo ya un tanto “greñoso”. Y yo que nunca me llevé muy bien con los pelos largos, no me lo pensé dos veces. Me vestí y salí a la calle en busca de la primera peluquería que encontrara.

No había andado ni 5 minutos cuando me topé con una haciendo esquina. Yo que no vivo en un barrio excesivamente lujoso, ni mucho menos céntrico, decidí que aquella peluquería podía satisfacer mis necesidades estéticas y además a un precio razonable. Craso error el mío. Y no sería el primero que cometería aquella mañana.

Empecé ya a sospechar desde el minuto uno que me había metido en la cueva del lobo. Un gentil hombre, el que luego sería mi verdugo, se acercó sonriente y se prestó a quitarme el abrigo para ponerlo en una percha. Yo, ingenuo de mí, pensé que la caballerosidad no está reñida con el oficio de peluquero y asentí complacido mientras el señor procedía a mis espaldas. Era un hombre cuarentón. Vestía a la forma fashion “peluquera”, y por decirlo de forma sutil, en sus gestos y formas se apreciaba notablemente que el hombre solía rondar más la acera opuesta. Me invitó a sentarme mientras terminaba con otro chico y yo, sin preguntar precios ni nada más, me senté. Segundo error de aquella mañana.

Después de esperar unos minutos en unos butacones comodísimos a que terminara con el anterior cliente, se acercó el peluquero de nuevo para invitarme en sentarme en la silla de lavado. Nada más sentarme, el hombre me preguntó si me apetecía un té, café o algún refrigerio en particular. Yo me removí incómodo en la silla y rechacé el ofrecimiento cortésmente, al mismo tiempo que pensaba si aceptaba aquello, me lo cobraría seguramente en el precio. Tercer error. Me lo incluiría en el precio de todas formas.

Procedió a lavarme el pelo con masaje relajante de cabeza incluido. Yo me quedé medio dormido, y por un momento pensé que aquella peluquería estaba de puta madre. Trato excelente, masaje etc.
Una vez sentado en la silla de trabajo, el peluquero me preguntó qué tipo de corte quería. Yo le dije que el clásico de toda la vida, cortito por abajo y por arriba un poco más largo, pero todo muy formal, al estilo "bombero" que diría mi padre. Cuarto error: el término “clásico” carece de universalidad y atiende a distintas características según qué país.

Mientras el peluquero procedía con unas técnicas de pelado de lo más avanzadas, utilizando todo tipo de instrumentos extraños que yo no había visto en mi puta vida, me iba sacando temas de conversación de lo más dispares. Yo, con mi pobre alemán, intentaba mantener el hilo de la conversación como podía, mientras me percataba  que el tipo me estaba haciendo el típico (clásico xD) corte de pelo de alemán. Muy corto por abajo, y por arriba unas greñas que lo flipas. Sin progresión ni término medio ni leches. Del raso a la selva en un centímetro.

Le pedí amablemente que recortara más por arriba y cuando acabó, me dijo que sería conveniente depilar un poco las cejas, porque si se corta mucho cabello arriba, las cejas parecen demasiado oscuras y espesas y afean el careto. Me dejé llevar por su juicio profesional (quinto error) y accedí de mala gana. Me daba la sensación que estaba faltando a mis principios de macho ibérico español con todo aquello y recé porque al terminar, no pareciera el nuevo Michael Jackson.

No quedó del todo mal la cosa. Después me trajo una toalla húmeda caliente que estaba perfumada, y me indicó que podía darme con ella en la cara. Yo a esas alturas estaba ya pensando que tantos ofrecimientos y pijerías, me iban a costar un disgusto económico en breves minutos. Me levanté lo más rápido que pude y el gentil peluquero me acompañó hasta la puerta ofreciéndose de nuevo a ponerme el abrigo. Yo alcé los brazos cual Jesucristo crucificado (nada más apropiado para la ocasión), y con gesto resentido me dejé hacer. El peluquero fue hasta una mesa y procedió a realizar la factura correspondiente (en este sentido, son mucho más honestos que en España, donde facturas en peluquerías son rara vez vistas y Hacienda no tiene oportunidad de meter mano en el negocio del corte de pelo).

Y cuando me entregó la factura, ¡BOOM!, casi me desmayo del susto. Ahí venía el atraco que llevaba media hora temiendo. Aun así, fue algo mucho más sanguinario de lo esperado. Tuve que preguntarle si podía pagar con tarjeta porque ni siquiera llevaba suficiente efectivo encima para pagar esa barbaridad. Aquí adjunto la foto de la factura para deleite y pitorreo de mis allegados.


Exacto amigos. Como podéis apreciar, “Schnitt” es corte de pelo y a su derecha aparece el precio, 39.- que vienen a ser convertido a euros unos 39 pavetes. 40 boniatos por un corte de caballero. ¿Cómo se quedan? Les diré como me quedé yo, con una cara de gilipollas que me llegaba hasta el suelo. Yo que creía que no tenía ningún pelo de tonto, tuve que dejarme bastantes en aquella peluquería, valga el juego de palabras. Me dieron ganas de coger mis mechones del suelo, pegármelos a la cabeza y salir de allí diciéndole al tío, que me lo había pensado mejor y que quizás otro día.

Salí de allí medio mareado. Con cara de gilipollas, con un pelado que ni siquiera me gustaba (y más tarde tuve que arreglar yo mismo en casa a base de tijeras), y con unas cejas más propias de una muchachita que las que llevaba yo 23 años usando. 

Injusta esta vida, que a la primera semana de trabajo en Alemania, me pegaran aquel revés monetario. Con lo que tengo yo que trabajar para ganar 40 malditos euros… y aquel sinvergüenza amanerado me los había birlado en media hora.

Menos mal que a cada día que pasa, va doliendo un poco menos, y que al fin y al cabo todo esto quedará como simple anécdota para contar algún día a mis nietos. El día en que a su abuelo le tomaron el pelo, y nunca mejor dicho.

Un saludo

jueves, 5 de abril de 2012

Los Cucharas en Praga

Seguimos con las producciones audio-visuales. En esta ocasión para traer el vídeo recopilatorio del viaje que hicieron los Cucharas el pasado mes de marzo a Praga.

Con el siguiente vídeo, sobra decir que se lo pasaron en grande.

Tal vez se podría haber hecho un vídeo mejor, pero no con más cariño que como yo lo he hecho por mis hermanos Cucharas. Espero que os guste.

Un abrazo grande y hasta la próxima.

CUCHARAS, AU!!