lunes, 11 de octubre de 2010

La anécdota del "Drunk Man"

Era noche bien cerrada y fría la pasada del viernes cuando volvía a casa con un amigo después de un encuentro de cerveceo en los bares del centro. Aquí en Alemania deben estar muy concienciados con el concepto del bajo consumo, porque a eso de las 2 de la mañana, cualquier farola brilla por su ausencia y las calles están más oscuras que la boca del lobo.

Enfilamos mi colega y yo la calle que nos llevaría de vuelta a nuestra cálida residencia, cuando un bulto negro en mitad del asfalto llamó nuestra atención. Como no se veía un cipote, creímos al principio que podría tratarse de un perro tumbado en la calle, pero al acercarnos un poco más, empezamos a vislumbrar un par de piernas con sus correspondientes brazos. Unos sonoros ronquidos confirmaron nuestras sospechas.

Ya no cabía duda de que se trataba de un espécimen humano el que dormitaba en el suelo. En concreto un chico, joven, que desprendía el tufo de una destilería en plena fabricación. En ese momento, nos encontrábamos en la disyuntiva de echarnos una foto al lado del susodicho e irnos a dormir, o por el contrario despertarlo y ofrecer el tipo de ayuda que en este momento necesitaba. Nosotros, españoles de nacionalidad y cabrones por naturaleza, nos disponíamos a abandonar a su suerte al pobre desgraciado cuando otro sujeto entró en la ecuación. Se trataba de otro estudiante alemán que salía en aquel momento de la residencia y se paró a nuestro lado. La breve conversación en inglés transcurrió de la siguiente manera (os ahorro la traducción):

- ¿Conocéis a ese tipo?
- No, acabamos de llegar y lo hemos encontrado así.
- Deberíamos despertarlo y ayudarlo ¿no?
- Eso mismo nos disponíamos a hacer cuando has llegado (mentira cochina)

Así pues, con ayuda del alemán, despertamos al borracho que resultó ser otro estudiante de la residencia que se había pasado de copas esa noche. Apenas se tenía en pie, así que lo levantamos y todavía con hojas de árbol pegadas en la cara, lo llevamos como pudimos hasta su habitación.

Y hasta aquí la anécdota graciosa de la noche. Me hubiera gustado acompañar este artículo con la pertinente foto que finalmente no se hizo, pero esa noche pudieron más los principios morales que el sentido del humor.

Un saludo.