martes, 27 de diciembre de 2011

La Chanson du Matin


El pop en catalán está de moda. Es una tendencia que se viene confirmando en los últimos años. La música que se cocina por aquellas tierras trae tintes folk que revitalizan el indie con sabor mediterráneo.

Grupos como Antònia Font, Litoral o Manel son buena muestra de ello. Parece que cantar en catalán es ahora más indie que nunca. 

Y para que sirva de excepción, esta bonita canción en francés a cargo de Litoral, el sexteto que dirige Pau Roca (La Habitación Roja).


domingo, 25 de diciembre de 2011

Navidad, Navidad, triste Navidad...


Irónica paradoja la Navidad. Una época concebida para el reencuentro y la felicidad, que sin embargo produce una triste sensación de desasosiego. Un extraño malestar que te hace recordar esos seres que fueron tan queridos y que ya no están. Familiares que se fueron para siempre.

Porque aunque “El Almendro” nos lo lleve cantando muchos años por televisión, hay personas que ya nunca volverán por Navidad.

viernes, 9 de diciembre de 2011

El tren a ninguna parte



El reloj de la estación marca 5 minutos para las 10. Él respira hondo y cargando su maleta, da el pequeño salto que separa el andén del tren. Una vez dentro, busca un compartimento  vacío. Siempre le gustó viajar solo, sentando al lado de la ventana y disfrutando del paisaje en soledad. El tren inicia lentamente su marcha, abriéndose paso entre la niebla que reina en la estación. Una vez sentado, se deja llevar de nuevo por sus pensamientos. Esos pensamientos que lo llevan martirizando demasiado tiempo. La vuelve a ver. Visualiza en su mente aquel cuerpo desnudo que acarició con sus dedos. Imagina aquellos oscuros y secretos rincones de su fisionomía que tantas veces besó prometiendo que allí anidaría. Ahora imagina a otro besando y acariciando ese cuerpo que él idolatró, y el mero hecho de pensarlo lo devuelve de nuevo a la más cruda realidad, transportándolo de golpe a ese compartimento de tren que se hace cada vez más pequeño hasta casi ahogarlo. El tren ha ganado velocidad y los paisajes se suceden en forma de destellos a través de la ventana. Una fina lluvia empieza a salpicar los cristales, desdibujando todas las formas al otro lado. Él se pregunta si llegará el día en el que las imágenes de sus recuerdos se desvanezcan de la misma manera que lo hacen los paisajes a través del cristal. Tal vez para ese entonces, él vaya a bordo de otro tren. Un tren mucho más acogedor que lo transporte a destinos felices. Mientras tanto, él sigue sentado en ese compartimento. En ese tren que lo lleva a ninguna parte.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Las ilusiones perdidas



Concha Caballero  (2/10/2010 "El Pais")

No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet. Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros. Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses".

Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.

No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.

Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.

No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.

En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.

No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.

No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Ana



Ana tenía 22 años cuando descubrió que empezaba a quedarse ciega. Le habían diagnosticado un tipo anómalo de glaucoma inoperable que la condenaría a una pérdida paulatina de la visión. El glaucoma  afectaría primero a su vista periférica y poco a poco, Ana acabaría quedándose completamente ciega.

Al contrario de lo que se podría pensar,  Ana no se achantó lo más mínimo ante la fatalista perspectiva. Continuó haciendo su vida como siempre lo había hecho. Continuó estudiando medicina, su gran pasión, con más ímpetu si cabe que antes. Parecía como si mentalmente supiese los días que le quedaban para ese ineludible oscuro ocaso y quisiese leer y retener en su memoria la mayor cantidad de libros que le fuera posible.

Cuando no estaba delante de un libro, la podías ver ensimismada en cualquier parte de la ciudad, observando detenidamente el paisaje que la rodeaba. Ana podía tirarse horas en un parque, contemplando los árboles, los pájaros o a la gente pasear. A veces, se plantaba enfrente de mí, y cerrando los ojos empezaba a palpar con sus manos mi cara. Lo hacía sonriendo, y de una forma tan dulce que yo me derrumbaba y de los ojos se me escapaban unas lágrimas que ella recogía con sus manos al mismo tiempo que abría los ojos y cambiando el gesto a triste decía:

- Carlos, mi amor, no llores, quiero guardar en mi memoria esta carita tuya que me enamoró, para que siempre pueda tocarla y verte como te veo ahora, porque yo te voy a ver siempre, ciega o no, tan perfectamente como te veo hoy.

Ana nunca perdió la alegría ni las ganas de vivir y eso que con el tiempo, su falta de visión periférica fue siendo palpable. Ana debía girar siempre la cabeza, y mirar los objetos y las personas completamente de frente, ya que su vista lateral era ya prácticamente nula. Ni aún así perdió su sonrisa. Si tenía algo que decirte, se ponía completamente delante y lo decía.  Y tú no podías moverte hasta que acabara. A veces bromeaba diciendo: “puede que ahora me hagáis más caso todos, porque cuando os hable, os voy a tener que cortar el paso y no os quedará más remedio que escucharme”.

Ana no perdió su sonrisa hasta el día que tuvo que abandonar los estudios. Una pérdida de visión que ya rondaba el 80%  la obligó a dejar la universidad. Fue un duro día para ella, porque si por algo se caracterizaba Ana, era por un ávido afán por saber y su pasión por la medicina. Yo me sentía furioso. Furioso con esa estúpida enfermedad e irónicamente también me sentía furioso con esa estúpida medicina que ella amaba que no era capaz de encontrar una solución. Pero sobre todo, me sentía furioso e impotente conmigo mismo por no poder ayudarla de ninguna manera. Un día comprendí que yo podía jugar un papel importante en esta historia.

Llegué a casa y la encontré sentada en un sillón mirando por la ventana. La luz del exterior iluminaba de lleno su cara, y ella parecía absorber esa luminosidad con esa misma ansia que demuestran esos niños hambrientos cuando reciben la comida humanitaria y la devoran con avidez. Allí estaba ella, recibiendo extasiada aquella luz otoñal de finales de septiembre. Luz que por aquellas fechas, era ya casi lo único que podían percibir sus ojos enfermos. La abracé cariñosamente y le susurré al oído: 

- Ana, tú no vas a dejar tus estudios. No vas a dejar la universidad. Vas a seguir asistiendo a clase, aunque solo sea a las clases teóricas, y en casa, yo seré el que te recite todos los libros y apuntes una y otra vez para que puedas memorizarlos y así asistir a tus exámenes. 

-  Tú, con lo poco paciente que eres, y lo poco que te gusta la medicina, ¿vas a leer y releer mis libros para que yo los aprenda? – preguntó ella torciendo el gesto.

- Los recitaré día y noche, con tal de que tú seas feliz y puedas continuar tus estudios y doctorarte.

Y así empezó una nueva etapa de ilusión cuando ambos creíamos que estaba todo perdido. Yo volvía de clase y  me sentaba con ella en el salón a leer en voz alta los libros y apuntes de una infinidad de asignaturas con miles de palabras inteligibles e impronunciables. A veces me trababa con alguna palabra de dicción imposible y ella riendo la completaba y me incitaba a continuar. Mientras recitaba el temario, me fijaba en su cara. La expresión de Ana denotaba una felicidad absoluta y un afán desmedido por querer seguir escuchándome. Ponía sus 4 sentidos restantes a la entera recepción de mi locución. Sin duda, era una alumna excepcional.

Ana se doctoró en medicina con la nota más alta de su promoción y por motivos evidentes, nunca pudo ejercer en la especialidad que a ella le hubiera gustado que era la neurocirugía. Aún así, continuó sus estudios en este campo y hoy en día se la considera una erudita en dicha materia. En la actualidad, es catedrática en la “Medizinische Fakultät” de Berlín y es reclamada por universidades e instituciones de todo el mundo para conceder charlas y conferencias. 

Todavía hoy, sigo a su lado, leyendo y recitando para ella de vez en cuando, aunque hace ya mucho tiempo que Ana aprendió el sistema “braille” y es totalmente autosuficiente. Pero yo me siento orgulloso de tener el lujo de poder leer a una de los médicos más importantes de nuestra sociedad. Pero sobre todo, me hace sentirme muy unido a ella. Porque al fin y al cabo, esto no es una historia sobre la ceguera, sino una historia sobre el amor y sobre lo que las personas están dispuestas a hacer en esta vida por satisfacer a quienes quieren.

Hoy, cuando estaba trabajando en mi despacho, Ana se ha acercado a mí y me ha palpado la cara cariñosamente como aquella primera vez.

-  ¿Sabes una cosa Carlos? Ahora pienso en mi enfermedad y creo que fue una maravillosa forma de quedarme ciega. Primero empecé a perder la vista lateral y todas aquellas cosas banales y esos aspectos superfluos de la vida, quedaron pronto en la oscuridad del olvido para mí. Poco a poco, mi mundo tuvo que ir centrándose en una sola dirección y cuando casi todo mi alrededor estaba oscuro, todavía podía mirar al centro y encontrar allí el halo de luz  que me guiaba, el faro que iluminaba mis pasos para no caer. Cuando casi todo mi mundo se había vuelto negro, pude ver por la última rendija de luz que me quedaba que allí seguías tú.

domingo, 31 de julio de 2011

Tarde bohemia en París (Antes del Atardecer)

Dos jóvenes se conocen en un tren y pasan una única noche en Viena. Una bohemia y romántica noche que marcará sus vidas para siempre. Sin embargo, no volverán a verse hasta 10 años después en París, cuando sus vidas han transcurrido por senderos muy distintos. Pero esa tarde la complicidad vuelve a surgir entre ellos. Las palabras fluyen entre humo de cigarrillo dando lugar a conversaciones dispares mientras ellos intentan congelar el tiempo de nuevo, como aquella mágica noche en Viena.


Que esa tarde no acabe nunca, que ellos sigan estando ahí. Que Nina Simone siga sonando en ese apartamento parisino.

- Pequeño, creo que vas a perder ese avión.
- Lo sé…


domingo, 24 de julio de 2011

El hombre bala se enfada, su pólvora está empapada



¡Ey amigos! Que no estaba muerto, sino de parranda como se suele decir. Resulta curioso que después de tanto tiempo sin pasar por aquí, no tenga mucho que contaros.


Simplemente con unas breves palabras me despido de vosotros, esta vez, esperemos que por un “break” algo más corto. Un saludo.



Después un largo viaje por los oscuros rincones del corazón humano hacia la propia autodestrucción, ha decidido volver. Herido pero vivo. Más vivo que nunca.

 Ahora él es valiente. Debe serlo. Ya no vale de nada mirar atrás.
 
 Noches de playa y brisa marina curarán todas las heridas.

lunes, 14 de febrero de 2011

Arroyo Arroya - Making-Off

Primera vez que nos atrevemos a realizar un Making-Off sobre las dos canciones que grabamos esta Navidad. Arroyo Arroya os abre la puerta de su casa para que descubrais todos los pequeños secretos de grabación (bastante simples por cierto) con los que cuenta esta productora.

Para saber un poquito más, solo hay que pasarse por el blog del artífice de este magnífico vídeo. Nuestro fiel colaborado y gran amigo Darkwin.

Sin más dilacion. Aquí tienen el "cómo se hizo".

sábado, 15 de enero de 2011

Es tarde Sindy

La Navidad de 2010 ha sido ciertamente productiva musicalmente hablando. Las máquinas de Arroyo Arroya Producciones se han puesto una vez más en marcha para llevar a cabo esta vez, no uno, sino dos proyectos musicales que se espera que hagan las delicias de los fieles seguidores de la productora.

Si disfrutasteis con anteriores temas de "Arroyo Arroya" como “40 años” y  "Yo quiero ser pilar", esta vez Darkwin y Juanba se han encargado de traernos también un nuevo tema con tintes cómicos y referencias a nuestra pandilla, en concreto a los amigos que nos encontramos este año estudiando en el extranjero. Un tema sin duda original y divertido, del cual no voy a desvelar nada más ya que seguro que Darkwin dará todos los detalles cuando haga la oportuna publicación.

Hoy me centraré en hablar un poco del segundo proyecto que ha llevado a cabo la productora esta Navidad, que es el que me concierne a mí directamente. Se trata de una canción que compuse hace mucho tiempo y creí oportuno dejarla plasmada de una vez por todas en formato digital. Y qué mejor manera que bajo el estimable sello de esta productora.

Sería mucho decir que es el primer tema "serio" que se lleva a cabo en esta productora, ya que en cuanto a calidad musical, todos los temas anteriormente producidos gozan del mismo admirable respeto. Pero sí es cierto que este tema deja por primera vez de lado ese tono cómico e irónico que ha impregnado los anteriores trabajos de Arroyo Arroya para intentar parecerse a una canción normal y corriente, como tantas otras que artistas han creado, que cuenta otra historia de amor o mejor dicho desamor, de las tantas escuchadas ya.

Un tema que al igual que nuestro éxito "40 años cagando sangre", también cuenta con música y letra íntegramente originales y que no aspira a ser más que ninguno de los anteriormente realizados, pero que quizás sirva de preámbulo para que Arroyo Arroya se plantee ampliar sus ambiciones musicales en un futuro próximo. Quién sabe.

Y al igual que todos los trabajos de Arroyo Arroya Producciones, siempre con el impedimento y por eso aún más meritorio, de los bajos medios técnicos de los que disponemos (micro de ordenador Beep de 3 euros), pero que no han entorpecido nunca nuestra creatividad musical ni han impedido que pudiésemos llegar donde queríamos, que es a producir canciones que han gustado y con las que la gente se lo ha pasado bien.

Ya para acabar, dar las gracias a Darkwin y Juanba, que aún llevando a cabo el proyecto en paralelo que os cité antes, se prestaron gustosos a grabar conmigo esta canción para darle el toque que necesitaba.

Si no estoy equivocado, Darkwin está ultimando los detalles de los dos videoclips que acompañarán a ambas canciones y que pronto estarán publicados en su blog.

No voy a decir nada más, solo que espero que os guste. Os presento:






Letra y música: Carlos Arroyo
Voz 1: Carlos Arroyo
Voz 2: Juanba Escribano
Guitarra 1: Carlos Arroyo
Guitarra 2: Darkwin
Caja: Juanba Escribano
Armónica: Carlos Arroyo
Montaje: Darkwin