lunes, 8 de diciembre de 2008

Que canten los niños



Os pongo en contexto mis queridos drugos:

Era una fría noche otoñal de finales del mes de noviembre, más propia tal vez, del mes de enero por lo bajo de aquellas temperaturas. Encontrábanse ellos reunidos, y yo con ellos, en la cálida y acogedora estancia número 410, que si mal no recuerdo es mi habitación. Todos allí reunidos cantando en la más perfecta de las armonías. Ninguna voz discordaba de las del resto, ninguno se adelantaba en las frases a los demás y todos disfrutábamos en estado sumo elevando al cielo nuestras melodiosas voces. Nadie era consciente en aquel momento de júbilo de las fatídicas consecuencias que traería consigo aquel ratito de distracción y recreo que nos permitíamos entre horas y horas de tedioso estudio.

De repente, una ronca voz vociferante parecía salir de las entrañas de la tierra. Pero no eran ni más ni menos que los gritos de nuestro querido (hasta aquel momento) vecino aleas “El gordo” o “Berrendo” que vivía en la tercera planta, una por debajo de la nuestra. Cabe remarcar queridos drugos que no habían dado siquiera las 10 de la noche cuando todo esto ocurría. La conversación, que yo diría más bien monólogo, transcurrió en los siguientes términos:

- "¡Os queréis callar, me cago en la puta de oros! ¡Que me tenéis hasta la polla con las voces que estáis dando ostias! ¡Que hay gente que estudia cojones y estáis pegando voces cabrones!"

La música cesó al unísono. Salimos a la planta y algunos de mis compatriotas cantores intentaron entrar en razón al susodicho, pero éste se encontraba fuera de si y no atendía a razones. Juró que lo pagaríamos y que se nos iba a caer el pelo. Así pues, se quejó a la dirección del colegio y hoy, un parte de comportamiento ensucia nuestros, hasta ahora, impolutos expedientes colegiales.

Es una triste e irónica casualidad que la canción que cantábamos aquella noche no fuera otra que la famosa canción infantil “Que canten los niños”. Más tarde, pasado el altercado, me fijé en la letra de esta bonita canción y descubrí como algunos versos de ésta, relataban las más sinceras verdades y crueldades que imperan en este mundo. Muy sorprendido estaba de cuánto de verdad puede llegar a tener una canción infantil.

Ahora un austero cartel domina la vista de la cuarta planta derecha del Colegio Mayor Nuestra Señora de la Asunción. El cartel reza lo siguiente:




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Que canten los niños, que alcen la voz
Que canten por esos que no cantarán
Porque han apagado su voz…


Aquella noche los niños cantaron y alzaron sus voces, pero una vez más la tiranía que domina este mundo inhumano volvió a apagar sus voces. Solo eran unos niños cantando, nada más. Expresar sus sentimientos y sus inquietudes mediante la música había sido su único y fatal delito.
Hoy, un silencio sepulcral domina esta planta porque los niños han dejado de cantar. Hoy los niños ya no alzan sus voces al cielo. Hoy más que nunca os pedimos encarecidamente que cantéis por aquellos que no cantarán porque hoy, nos han apagado la voz…



LOS CUCHARAS



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