martes, 15 de junio de 2010

Sin noticias de mi RockRider


“De hijos de puta está el mundo lleno”. Vaya santa razón tenía mi padre cuando pronunciaba aquellas palabras. En contadas ocasiones, todo sea dicho.
El otro día sufrí en mis propias carnes las consecuencias  de la corrompida moral humana que inunda este hediondo país que es España.
Me robaron la bicicleta. “Mi Rockrider” como a mí me gustaba llamarla. A priori, el hecho en sí puede parecer meramente trascendental  dentro de un contexto más o menos histórico. Desde los albores de la historia el ser humano ha robado.  Para ser más precisos, en nuestro país, gracias a personajes ficticios de la televisión como Curro Jiménez, aprendimos que en el siglo XIX ya existían unos personajes llamados bandoleros que se dedicaban al robo y al pillaje. En conclusión, no quiero que se me malinterprete y se tome este artículo como un intento de dramatizar en exceso un hecho banal como es el robo de una simple bicicleta. Actualmente, objetos muchos más valiosos son robados cada día. Se roban coches, se roban joyas, se roba dinero, y desgraciadamente, se siguen robando vidas.
Lo que yo venía realmente a expresar es el recóndito malestar  que me invade al pensar en los derroteros por los que se está encauzando la viciada sociedad española. No solo hay una profunda crisis económica en España, sino que también se hace patente una verdadera crisis de ética moral. La gente se deshizo de los escrúpulos hace mucho tiempo. En época de dificultades como la que vivimos actualmente, cuando más unidos y comprometidos socialmente tendríamos que estar, nos dedicamos a jodernos la vida cuales hienas salvajes.
El día que me robaron la bici estaba profundamente indignado, pero sobre todo, decepcionado. Por eso decidí escribir este artículo pasados unos días, para bajar la calentura y transformar mi odio en coherencia. De todas formas, la foto que adjunto a continuación refleja el malestar latente que sentía aquel día. Se trata del cartel que puse al lado del lugar donde se había producido el hurto y en el cual invitaba al buen señor que había sustraído la susodicha bicicleta a dejarse ver por el barrio para tratar con él el tema trascendental en cuestión.


PD 1: El cartel estuvo puesto más de una semana en la calle hasta que la lluvia lo arrastró.
PD: Sigo sin noticias de mi Rockrider ni del hijo de puta que se la llevó. 


Hoy, en un escuentro fortuito en el ascensor, una vecina me preguntó: "¿Niño, tú eres al que le han robado la bicicleta?" Ante mi gesto afirmativo ella dijo "pues esa ya no la ves más".

"Lo que no vuelvo a ver más es la decencia en este país señora"

Buenas noches y buena suerte.