miércoles, 15 de abril de 2009

Es tiempo de cambio



Lloraba desconsoladamente. Y esas grandes lágrimas de desconsuelo caían lentamente a través de sus mejillas hasta perderse en algún lugar de su pecho. Lloraba como suelen hacerlo los niños, con la mayor de las aflicciones, como si el mundo estuviera a punto de acabarse. Como acompañamiento sonoro a tan triste estampa, sus roncos gemidos resonaban por toda la habitación. Lloraba y las lágrimas caían. Lloraba y estaba preciosa.