sábado, 24 de abril de 2010

Como timbres de castillos



¿Os habéis parado a pensar la cantidad de barbaridades que se pueden llegar a decir en un día? Me refiero a cualquier día normal de la rutinaria vida de un ser humano cualquiera. Casi todas las barbaridades que decimos a diario están relacionadas con exageraciones. Utilizamos exageraciones para expresarnos constantemente, pero no nos paramos a pensar fríamente en la pollada (con perdón) que estamos soltando por la boca.
Como por ejemplo, cuando tienes hambre y sueltas las típica frase:” ¡Dios que hambre, me comía una vaca ahora mismo!”. A ver señores… que una vaca son casi 1000 kilos de carne, por no citar los cuernos que tienen pinta de ser bastante indigestos.
Otra célebre exageración es aquella que sueltan algunos chavules en pleno período de gestación hormonal cuando ven pasar a una dama con dos pares de buenas razones para piropearla. La frase es más o menos así: “Esa tiene que tener unos pezones como timbres de castillos”. Y yo, una vez más, me pongo a pensar e imagino el aspecto visual de tal exageración. Imagino a la pobre chavala, con dos cacharracos de hierro en forma de aro ahí colgando, como esos con los que se aporrean las puertas antiguas y creo que no queda nada sexy.
En fin, que exageraciones las hay muchas y de muchos estilos. Y si no, pregúntenle a mi amigo Juan Castilla que es un verdadero licenciado en el arte de la exageración. Yo me despido ya, que llevo aquí escribiendo el puto artículo 3 años (aquí me la cuelo yo) y estoy un poco cansado.
¡Un saludo chavules!