viernes, 16 de marzo de 2012

Temperament Andalusiens

Y me encontraba yo inmerso en la rutinaria tarea, pero no por ello menos fascinante, de la búsqueda del gel de ducha ideal. Ya sabéis, ese que se adapta perfectamente a los niveles concretos de pH de tu cuerpo, que sabe combinar la fuerza  higiénica de un exfoliante de micro gránulos con la cremosidad y suavidad de la textura que sólo las mejores plantas de camomila pueden aportar, aquellas que se encuentran en lo más profundo de la selva tropical colombiana. Sí, sí, exacto, ese gel que limpia, pero no reseca, que exfolia pero no irrita, que hidrata y protege pero no humecta. Sí, sí “humecta”, habéis oído bien. Buscadlo en el diccionario si no me creéis.

Pues eso, como os decía, allí me encontraba yo. En una de esas cadenas de supermercados que inundan las poblaciones alemanas,  en mitad de aquel pasillo dedicado a los productos de baño, donde infinidad de marcas en todas su formas y colores intentaban llamar mi atención, incitándome a la compra con sus peculiares nombres y diseños. Y es que amigos míos, había tal ingente cantidad de tipos diferentes de gel, que después de 15 minutos de reloj allí plantado como un bobo, empezaba ya a darme por perdido. 
Estaba a punto de confirmar la decantación más simple, elemental y práctica con la que cualquier ser humano suele concluir estos casos de incertidumbre: “la compra del más barato”. Sí amigos, el gel más barato suele ser esa garrafa de 5 litros con 3 litros más de promoción regalo, que inexplicablemente vale la mitad que el resto de los geles allí ofertados. Suele pertenecer a la marca blanca del supermercado en cuestión, y curiosamente el color y textura del mismo es sospechosamente similar a la crema de queso roquefort que dicha marca ofrece también en el supermercado. Pues como os iba diciendo, estaba yo a punto de coger mi “garrafita” de gel verdoso y barato cuando algo llamó poderosamente mi atención. Justamente en esa misma estantería, donde se encontraban esos pobres geles sin marca, la estantería de los geles subestimados y tantas veces despreciados, encontré lo que yo acabaría definiendo como “la señal divina y omnipotente” que el gran Dios de los geles de baño se había dignado a enviarme desde más allá de la constelación “Loreal” (no me digáis que no queda de lujo el nombre para una constelación). Allí, ante mis ojos, se encontraba el gel que había sido destinado a ser mío. De entre los miles de geles que había en ese supermercado, ése y sólo ése, podía ser el gel ideal que yo andaba buscando. Con una buena imagen, sobran las palabras:


Como lo veis amigos: "Temperament Andalusiens". Para los de la LOGSE, Temperamento Andaluz (ojo al detalle de la flamenca detrás). Cuál si no ése, podía ser el gel ideal para mí. Yo, cordobés de nacimiento, andaluz hasta los tuétanos, y con temperamento - en el sur llamado "mala leche" -  para dar de palos a 7 ejércitos. Madre de dios, llegué a la caja con una sonrisa de oreja a oreja, como un niño con zapatos nuevos vaya. 

Y ahora amigos míos, cada ducha parece una bulería. Me froto los sobacos al ritmo de sevillanas y hasta me arranco a cantar por fandangos mientras me enjabono la entrepierna. Ahora la ducha ya no es el simple ejercicio del aseo diario, sino que conlleva implícitamente un reencuentro con mi tierra y mi cultura. 

Ha sido un maravilloso descubrimiento, porque por muchos kilómetros a los que me encuentre de casa, y por muy tristes y grises que puedan ser aquí los días, la soleada Andalucía me espera cada mañana en la bañera para recordarme de dónde vengo y quién soy.

¡Viva Andalucía, cojoneh!

2 comentarios:

Natalia Huertas dijo...

jajajajaja y, ¿cómo huele el temperamento andaluz?

Mazinger dijo...

Amiga Natalia, a estas alturas de tu vida ya deberías saber a qué huele el temperamento andaluz jajaja.

Sólo te diré que es una extraña mezcla entre olor a macho ibérico español y colonia Nenuco.